COP30: La bioeconomía indígena que las mujeres Tacana están llevando al mundo
Escrito por: Mónica Cuba y Fiorella Ramos
En la COP30, la experiencia de una escuela de negocios para mujeres indígenas en Bolivia demuestra que la justicia de género y la gestión territorial, pueden generar economías prósperas sin deforestar.
Mientras la conferencia climática más importante del planeta se celebra por primera vez en el corazón de la Amazonía, un mensaje emerge con claridad: no habrá futuro climático seguro si no se escucha a quienes llevan generaciones cuidando los bosques.
En este contexto, la experiencia de una escuela de negocios para mujeres tacana en Bolivia ofrece una respuesta concreta desde el territorio.

La marca Tacana: un modelo de bioeconomía indígena
Más de 8 600 mujeres son parte del pueblo Tacana; sin embargo, menos del 20% participa en decisiones económicas del hogar y los espacios técnicos de planificación siguen dominados por hombres. Estas cifras revelan que, además de las desigualdades que afectan a los pueblos indígenas, persisten brechas de género como la falta de educación financiera, el acceso limitado a mercados y la baja participación en la gobernanza territorial.
Para transformar esta realidad, el Consejo Indígena del Pueblo Tacana (CIPTA) y su Consejo de Mujeres (CIMTA), con apoyo de Practical Action, crearon la Escuela de Negocios Epuna Ecuana Eme (“Manos de Mujer”). Su objetivo era impulsar un modelo de bioeconomía indígena basado en tres pilares: liderazgo femenino, gestión sostenible del territorio y autonomía económica. La demanda superó todas las expectativas: se inscribieron cuatro veces más mujeres de las que la escuela podía recibir.

Como resultado de estos procesos organizativos y formativos, las mujeres tacana han logrado ocupar espacios de liderazgo en sus comunidades y han impulsado la Marca TACANA, que inició con seis emprendimientos locales basados en productos del bosque. La marca promueve autonomía y empoderamiento económicos de mujeres, aportando a la gestión sostenible del territorio mediante alternativas económicas libres de deforestación.
Tras los incendios de 2023, que arrasaron más de 100 000 hectáreas en la Amazonía boliviana, las mujeres tacana enfrentaron la pérdida de cultivos, y con ello, la poca disponibilidad de alimentos, la reducción de ingresos y un aumento en la carga de cuidados. En ese contexto, los aprendizajes de la Escuela Epuna Ecuana Eme se volvieron más relevantes que nunca y fueron aplicados de inmediato.
El resultado ya es visible. Hoy, más de diez emprendimientos funcionan bajo la Marca Tacana: pasta de cacao silvestre, harina de plátano, aceites y jabones medicinales, tejidos que nacen de su cultura y del bosque. Además, sus socias son lideresas que representan a las mujeres de sus comunidades en espacios nacionales e internacionales.

“Antes de que exista la Marca Tacana, cada uno se abría su espacio … Pero, una vez que se dio la marca, las instituciones, alcaldías y diferentes organizaciones llevan directamente al CIPTA y al CIMTA las invitaciones para que podamos participar en diferentes eventos y presentaciones. […] Anteriormente, los que venían sabían que existían los Tacanas y otras culturas, pero no que nosotros tenemos emprendimientos, entonces se ha abierto una puerta para mostrar los productos que realizamos en cada una de nuestras comunidades”, comenta Delmira Mamio, artesana y socia de la Marca Tacana.


Soluciones prácticas desde América Latina
Desde el programa de bioeconomía de Practical Action, estamos convencidos de que la bioeconomía indígena es, en sí misma, una estrategia de adaptación climática: diversifica los medios de vida, reduce la exposición al riesgo y fortalece la capacidad comunitaria para enfrentar eventos extremos.
Por ello, desde hace más de 30 años, promovemos el uso sostenible de recursos biológicos, sistemas agroforestales y saberes ancestrales de manejo territorial, para mantener servicios ecosistémicos clave -como regulación hídrica, fertilidad del suelo y captura de carbono- que sostienen la producción incluso en un contexto de cambio climático.
Cuando estos modelos incorporan trazabilidad, gobernanza comunitaria y mecanismos simples de medición y verificación (MRV), generan evidencia cuantificable de conservación y manejo sostenible. Esto abre la puerta a incentivos climáticos, pagos por servicios ecosistémicos y esquemas de blended finance que pueden llegar directamente a los pueblos indígenas, fortaleciendo su autonomía económica y su capacidad de adaptación. Es un enfoque integral que asegura ingresos dignos, mantiene bosques en pie y refuerza la resiliencia frente a un clima cada vez más incierto.
La Amazonía boliviana, hogar de 29 naciones indígenas, enfrenta una crisis profunda con acceso limitado a financiamiento para la adaptación. Por ello, en la COP30, los modelos de bioeconomía indígena están demostrando ser respuestas sólidas y escalables. Durante nuestro panel en la Estación Amazonía Siempre del Banco Interamericano de Desarrollo y el Museo Goeldi, Mariela Chipunavi, socia de la Marca Tacana, expresó la importancia de esta iniciativa para ella y su comunidad porque “es una marca sin deforestación, que ayuda a cuidar los bosques, el medio ambiente […] conservar todo el territorio y a las comunidades”.
La bioeconomía indígena como solución climática real
Durante la Pre-COP Indígena de la Cuenca Amazónica, las organizaciones acordaron una postura clara: impulsar economías indígenas y bioeconomías territoriales con valor agregado local. No es que estas soluciones no existan; es que aún falta escucharlas, financiarlas y replicarlas.
En espacios de alto nivel como la COP30, la bioeconomía fue presentada como una de las soluciones más prometedoras para enfrentar simultáneamente la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y las desigualdades sociales. Iniciativas como el Bioeconomy Challenge, lanzado por Brasil y socios globales, subrayan que esta debe partir de los territorios, valorar la naturaleza y generar ingresos dignos sin destruir los ecosistemas. En este marco, experiencias lideradas por pueblos indígenas -como la Marca Tacana- muestran cómo la biodiversidad puede convertirse en motor de bienestar, autonomía económica y regeneración productiva, especialmente para las mujeres que sostienen estas cadenas de valor.
La COP30 también dejó en claro que ningún avance climático será sostenible sin la participación efectiva y vinculante de los pueblos indígenas en los espacios de toma de decisiones. Aunque este año se registra una participación indígena histórica, solo una fracción logra acceder a la zona de negociación, evidenciando la urgencia de garantizar su voz y voto en estos procesos. Para los líderes indígenas amazónicos presentes en Belém, la protección de los bosques y del clima mundial depende directamente del reconocimiento de sus derechos y territorios. Este mensaje resuena con el espíritu de la Marca Tacana, donde las mujeres no solo producen, también participan, deciden y gobiernan el futuro de su territorio.