La participación de mujeres tacanas transforma la gestión local del riesgo

A través de la metodología “Mujeres que enseñan”, Delmira Mamio, es una de las facilitadoras que contribuyó a que otras mujeres asuman un rol más activo en la gestión de riesgos de desastres, participando en los espacios de decisión.

Delmira Mamio, lider tacana de la comunidad Bella Altura, facilita una dinámica durante una capacitación en gestión del riesgo de desastres, en el marco de Mujeres que enseñan. Su labor impulsa la participación de mujeres y jóvenes en la construcción de comunidades más resilientes.

El día en que tomó su mochila de facilitadora rumbo a otras comunidades de la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) Tacana I, Delmira Mamio Serato pensó en la importancia de compartir sus experiencias y aprendizajes con el fin de promover la inclusión indígena, para una toma de decisiones informada. En ese momento, no lo sabía, pero, en poco tiempo, ella junto a otras mujeres de la TCO, llegarían a más de 300 participantes de su territorio, entre hombres, mujeres y jóvenes.

Durante los últimos años, la TCO ha enfrentado amenazas recurrentes, como inundaciones, incendios forestales y sequías prolongadas.

Tradicionalmente, la gestión del riesgo de desastres se sustentaba en la experiencia cotidiana de estas poblaciones, sin mayor información técnica accesible, ni una gobernanza que permitiera la participación formal de mujeres en los espacios de decisión, salvo algunas comunidades, donde se trabajó bajo este enfoque para incrementar la resiliencia climática, inicialmente frente a inundaciones.

Delmira recuerda esos tiempos como una etapa en la que “las mujeres mirábamos desde la casa nomás cómo cambiaban las cosas. Yo siempre he dicho: ‘una mujer también necesita involucrarse en los temas de la TCO, ver la situación en la que estamos viviendo ‘. Hoy, su historia refleja la importancia de integrar los conocimientos indígenas en los conjuntos de datos, adaptar las comunicaciones a los diversos grupos y capacitar a las comunidades indígenas, para salvar vidas y proteger sus medios de subsistencia.

Con una mochila y la convicción de compartir con otras mujeres sus aprendizajes y experiencias, Delmira asume su rol como facilitadora intercomunal, llevando conocimientos sobre gestión del riesgo a otras comunidades.

En su primera réplica, Delmira dirigió el taller en Bella Altura, su comunidad. Ella sentía emoción y felicidad por “enseñar a su propia gente”. Su camino en el liderazgo comenzó hace más de seis años, inspirada por el ejemplo de sus padres, antiguos líderes indígenas. Con una sonrisa recuerda que regresó a su hogar, después de graduarse como administradora de empresas, con el propósito de fortalecer el desarrollo local. “Volví porque sentí que aquí estaba mi lugar, que podía aportar algo con lo que aprendí”, dice.

Según, Delmira, a través de Mujeres que enseñan, una metodología en cascada que permite el dialogo y aprendizaje sobre gestión del riesgo entre pares, ella espera que “todos estemos más preparados para estos eventos y estemos más capacitados, con todas las herramientas para luchar contra los incendios, inundaciones y otros”.

Mujeres que enseñan ha sido para nosotras una motivación más —explica—.  Hemos aprendido mucho, cómo actuar ante una alerta, cómo comunicar, cómo organizar la respuesta. Hemos asistido a 18 comunidades haciendo réplicas, no sólo a mujeres sino a toda la comunidad: jóvenes, niños, adultos. Ha sido algo novedoso e impactante.”.

Durante las capacitaciones, las mujeres abordaron los saberes ancestrales desde la importancia de sus indicadores naturales, y los combinaron con conocimientos técnicos sobre gestión de riesgos. “La gente se involucró más, hubo confianza, y surgió ese sentimiento de familia comunitaria en los talleres. Las mujeres y los niños participaron, y aunque al principio había timidez, el hecho de ser de las mismas comunidades ayudó mucho a la comunicación y al entendimiento”, recuerda.

Delmira comparte su experiencia como facilitadora intercomunal de Mujeres que enseñan, durante un evento en La Paz. Su testimonio destacó el papel de las mujeres indígenas.

El liderazgo de las mujeres tacanas se refleja en el proceso de capacitación para la toma de decisiones comunitarias sobre gestión del riesgo. “Ahora, como mujeres, hemos tomado la iniciativa de ir nosotras mismas a dar talleres, adaptando el lenguaje familiar y comunitario. Las mujeres fuimos las que dijimos: tenemos que actuar ya”, cuenta Delmira.

Por lo tanto, así como ella, sus compañeras se sienten más preparadas para responder, por ejemplo, organizando reuniones comunales de emergencia, para definir rutas de evacuación, puntos de agua y turnos de vigilancia.

“Estos talleres marcan un antes y un después. Las mujeres debemos estar siempre ahí. No quedarnos solo en casa, sino involucrarnos en la gestión de riesgos, trabajar con las instituciones, coordinar con el CIMTA, CIPTA u ONG que nos quieran apoyar. Involucrarnos en el liderazgo. Aunque parezca complicado, no lo es: acomodando los tiempos se puede hacer mucho. Porque las mujeres lideramos la planificación y coordinaron con las autoridades”, afirma.

El trabajo de Delmira y sus compañeras ha transformado la manera en que las comunidades tacanas enfrentan las amenazas y se ve fortalecido desde las siguientes acciones complementarias:

  • Se ha fortalecido la comprensión y el uso de la información sobre riesgos, combinando saberes técnicos y tradicionales.
  • El glosario bilingüe (tacana-español) de términos de gestión del riesgo permitió traducir conceptos técnicos a un lenguaje accesible para la comunidad, permitiendo interpretar y contextualizar si significado.
  • La presencia de las mujeres en los espacios comunales ya no se limita a la asistencia: deciden, planifican y representan.
  • En algunas comunidades, las alertas tempranas se difunden a través de canales accesibles y confiables, con participación activa de mujeres y jóvenes

Delmira destaca una lección clave: “El conocimiento técnico es importante, pero sin el conocimiento ancestral no tiene raíz. La fortaleza está en unir los dos”.

Su historia es la de una mujer que decidió potenciar su liderazgo y ampliar sus conocimientos, compartiéndolos. “Mi sueño siempre ha sido crear empleos propios, basados en la resiliencia que tenemos, aprovechando las capacidades de cada comunidad y de cada mujer. Aprendí que cuando uno se calla, los derechos se vulneran. Por eso ahora hablo”, dice.

El sueño de Delmira es que las mujeres de la TCO Tacana puedan trabajar y vivir dignamente desde su territorio, sin migrar ni abandonar sus raíces. “Quiero que la gente vuelva, que trabajemos desde casa con emprendimientos familiares y comunitarios, fortaleciendo nuestras capacidades. Que nuestras hijas crezcan sabiendo que pueden liderar”.

Su mensaje para las mujeres es claro: “Deseo que las mujeres de la TCO Tacana seamos más unidas y comprometidas. No tengan miedo. Hablen, propongan, participen. Las cosas poco a poco salen bien”.

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