Mejorando la seguridad alimentaria de pueblos indígenas y campesinos durante la pandemia de covid-19
Escrito por: Practical Action en América Latina
La pandemia afectó la seguridad alimentaria de la población boliviana, especialmente de los grupos más vulnerables. Los pueblos indígenas originarios campesinos tuvieron dificultades para acceder a alimentos de otras zonas que complementan su dieta; a ello se sumaron la falta de recursos económicos y los medios de vida debilitados.
Según datos globales, las mujeres producen entre el 60 y el 80 % de los alimentos de los países en desarrollo; durante la pandemia se incrementó su carga de trabajo no remunerado, vinculado con el rol de cuidado, la pérdida de puestos laborales y el cierre de escuelas.
Ante esta situación, el proyecto Resiliencia Indígena y Campesina implementó Centros Demostrativos de Capacitación (CDC) en los municipios de Chuquisaca y el Chaco cruceño para mejorar la vida y la resiliencia productiva de al menos 10.000 personas de pueblos indígenas campesinos quechua y guaraní, para mejorar sus capacidades productivas y garantizar la seguridad alimentaria en condiciones de COVID-19 y cambio climático. Estos espacios permitieron el rescate y revalorización, la transferencia e intercambio de saberes y tecnologías para el manejo adecuado de los sistemas de producción con la participación de jóvenes y mujeres.
Rescatando conocimientos ancestrales de pueblos indígenas guaraníes
Las familias guaraníes implementaron cultivos asociados de maíz, cumanda, zapallo, que son semillas nativas; la interacción de estos cultivos mejoró la retención de humedad en el suelo y generó un microambiente adecuado para favorecer la producción del maíz. Los CDC promovieron el rescate de saberes ancestrales para reducir las pérdidas productivas en periodos prolongados de sequía en la región del Chaco.
Estos cultivos crecieron juntos, mejorando la cobertura vegetal, evitando malezas y conservando la humedad del suelo. La cumanda facilita la fijación de nitrógeno atmosférico en la zona radicular del maíz, mientras que el zapallo con sus hojas protege al suelo de la radiación directa y permite soportar largos periodos de sequías de forma más efectiva que otras plantas.
Después de 20 años trabajando en cultivos asociados, Lucía Torrez de la comunidad de Salinas (Cuevo-Santa Cruz), continúa sembrando y produciendo semillas nativas como la cumanda, maíz (blanco, chiriguano, perla) y zapallo.
Para Lucia, la cumanda es fundamental en su alimentación y economía porque prepara una gran variedad de alimentos ricos en proteínas; y como resultado de los cultivos asociados, también comercializa semilla para diferentes zonas productivas.
Los cultivos asociados son una importante estrategia para generar resiliencia en los sistemas agrícolas de los pueblos indígenas; contribuyen a la seguridad alimentaria y ayudan al desarrollo de otros cultivos en climas adversos, como en el Chaco boliviano.
Huertos familiares benefician a las comunidades quechuas
En el caso de Chuquisaca, la sequía y las heladas afectan a la seguridad alimentaria de las poblaciones que dependen de la producción agrícola como medio de subsistencia. Soledad Ortiz, de la comunidad Pampas San Agustín (El Villar), resalta que cuando sus cultivos se pierden, la capacidad económica para la reactivación productiva es casi nula.
En estos contextos, los huertos familiares son una estrategia para fortalecer la resiliencia de los medios de vida agropecuarios y reducir la fragilidad de los sistemas alimentarios, desnudados durante la pandemia. Espacios pequeños son aprovechados con técnicas y conocimientos para potenciar la diversificación de cultivos para la dieta familiar; así como para aportar al medio ambiente, los ecosistemas y a las dinámicas socioeconómicas de las familias.
Como parte de las réplicas de los CDC se implementaron 480 huertos familiares beneficiando directamente a 54% de mujeres. También se entregaron kits de semillas de hortalizas (acelga, zapallo, rábano, cebolla, remolacha, tomate, lechuga, zanahoria, espinaca y repollo). Esta producción cubre 4 veces el consumo diario promedio más bajo de hortalizas en Bolivia (150 gr), y aporta a la reactivación económica mediante la comercialización del excedente y al acceso a semillas.
Para Clara Durán, del municipio de Mojocoya, estos huertos permiten el aprovechamiento del espacio y el agua. Pero también permiten desarrollar y reforzar prácticas de preparación del suelo, el uso de bioinsumos, almácigos y el cultivo agroecológico de hortalizas.
Resiliencia Indígena y Campesina
El proyecto ¨Resiliencia Indígena y Campesina con Enfoque de Género y Generacional¨, implementado en 23 municipios de Chuquisaca y Santa Cruz, es liderado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en alianza con Practical Action y CIPCA, en coordinación con el Viceministerio de Defensa Civil y el Viceministerio de Desarrollo Rural y Tierras, con recursos de la Cooperación Canadiense.
Publicado vía: