Seguridad alimentaria y los desafíos en tiempos de COVID-19: Tecnologías para la recuperación de medios de vida productivos
Escrito por: Shirley Pazos
Los cierres de fronteras, las cuarentenas y las interrupciones de los mercados, la cadena de suministro y el comercio están limitando el acceso de las personas a fuentes de alimentos suficientes, diversas y nutritivas, en especial en países, como Perú y Bolivia, que ya sufrían niveles elevados de inseguridad alimentaria.
Por ahora, han existido algunas perturbaciones de disponibilidad y acceso de alimentos en zonas urbanas, pero el suministro ha sido adecuado y los mercados se han mantenido estables. Sin embargo, ya hemos visto desafíos en términos de cuellos de botella logísticos y los precios del mercado.
En cualquier escenario, los más afectados son las comunidades en zonas rurales y los pequeños productores:
- Comunidades, especialmente indígenas, que se han aislado o encapsulado voluntariamente para evitar el contagio.
- Pérdidas en la cosecha, ya que en algunos casos no pueden trasladarse a sus parcelas, no tienen acceso a maquinaria, herramientas ni insumos ya sea para la cosecha o la siembra, lo que incide directamente en sus ingresos y por tanto en la posibilidad de acceder a alimentos.
- Interrupción en el acceso a mercados, tanto para el abastecimiento local (insumos esenciales para su canasta familiar) como para la venta de productos y la consiguiente pérdida de los mismos.
- Por otro lado, tienen que lidiar con precios más altos de los alimentos y un menor y limitado poder adquisitivo.
- La escasez de mano de obra podría interrumpir la producción y el procesamiento de alimentos, especialmente para las industrias intensivas en mano de obra (por ejemplo, papa, leche, café, cacao). Además cadenas de turismo y otros servicios también se ven afectadas.
- Por otra parte los trabajadores informales se ven fuertemente afectados por la pérdida o suspensión de empleos e ingresos en la cosecha y el procesamiento.
- Existe una migración ciudad campo que preocupa en cuanto al desabastecimiento alimenticio de estos espacios territoriales, la falta de empleo y una consiguiente migración a la ciudad en busca de mejores oportunidades.
Estos sin duda son temas en la agenda para tratarse junto a los componentes de uso y consumo, estabilidad e institucionalidad.
Si bien, uno de los grandes retos es el de garantizar la seguridad alimentaria de las personas que viven en las ciudades, se debe poner mayor atención sobre todo a aquellas que viven en las comunidades de zonas rurales y aisladas, que además se ven afectadas por el creciente impacto del cambio climático, así como también por la crisis sanitaria, evidenciándose en sus medios de vida. Frente a estas múltiples amenazas, necesitamos soluciones innovadoras que den respuesta a esta y otras problemáticas. En este escenario, las tecnologías apropiadas se constituyen en herramientas potenciales para la recuperación de medios de vida productivos, así como para la construcción y/o fortalecimiento de comunidades y una agricultura resiliente.
Hay que considerar además, que la reconstrucción de las economías debe estar basada en principios de producción y consumo sostenibles, así como valorar los servicios que brindan los ecosistemas. De esta crisis debe surgir un nuevo modelo que proteja la salud de las personas y el ambiente de forma justa y equitativa.
¿Cómo las tecnologías productivas pueden aportar a la seguridad alimentaria?
En tiempos de crisis, las estructuras económicas y la capacidad de respuesta de instituciones públicas y privadas se ponen a prueba, los medios de vida de las y los productores y pequeños comerciantes se afectan, las prácticas cotidianas son cuestionadas al haber evidenciado su falta de resiliencia ante cambios abruptos. Es en este contexto, cuando se hace más presente que nunca la importancia de atender a estos problemas de forma ingeniosa y articulada que permita mitigar y evitar nuevas emergencias.
Hablar de seguridad alimentaria en tiempos de COVID, sin mencionar la agricultura familiar no es posible. De hecho, trabajar con la agricultura familiar, que representa más del 80 % de las unidades productivas de América Latina, resulta estratégico no solo por su significativa participación en la provisión de alimentos e insumos para la población y la industria, sino también porque de ella depende un porcentaje elevado de poblaciones rurales y es una aliada decisiva en el cuidado del ambiente, el manejo adecuado de los recursos naturales, el resguardo de la agro biodiversidad, la reproducción de saberes ancestrales, entre otras.
A manera de ejemplificar, pondremos sobre la mesa 2 ejemplos de tecnologías productivas:
En este escenario cobran aún mayor significado e importancia la conservación y recuperación de saberes y prácticas ancestrales como tecnologías productivas, debido a que la agricultura familiar por lo general se desenvuelve en pequeñas áreas, con baja inversión en todos los aspectos incluido el riego, y producción que combina el autoconsumo, la venta a mercados locales y el trabajo familiar, siendo una de las más perjudicadas por las dificultades de acceso así como uso y aprovechamiento del agua, las que ocasionan pérdidas de cultivos, condicionan los volúmenes de producción e incrementan los riesgos sanitarios.
Solo por mencionar, encontramos las amunas[1] en la sierra de Perú, cotañas o atajados[2] en zonas altas de Bolivia para siembra y cosecha de agua, los sistemas de almacenamiento de semillas (trojes en la amazonia, pirwas en el altiplano, entre otros), que permitirán a las comunidades la disponibilidad y acceso a los alimentos. Por otro lado, prácticas como el trueque han disminuido la presión de acceso a alimentos por falta de dinero en zonas rurales. Adicionalmente, las plantas medicinales locales están siendo usadas como primera medicina en comunidades indígenas para reforzar los sistemas inmunológicos de sus habitantes.
Por otro lado, la inserción de la agroecología como enfoque de producción con potencial de resolver cuellos de botella de acceso y disponibilidad de alimentos, permitiendo la diversificación productiva para el autoconsumo, así como para la generación de ingresos, evitando la dependencia a monocultivos. Podemos mencionar comunidades en Perú y Bolivia dedicadas a la producción de café y cacao que utilizan la agroforestería y prácticas de producción agroecológica como ejemplo de resiliencia, o la comunidad de Altamarani en la Amazonía boliviana que son un ejemplo de cómo diseños de parcelas productivas bajo este enfoque son una alternativa integral y sostenible, produciendo no solo cacao, si no también frutas, cítricos, ajíes, verduras y hortalizas, garantizando su seguridad alimentaria.
Es necesario además replantearnos los modelos de diversificación productiva, dando paso a aquellos basados en los negocios verdes. Desde Practical Action, en los últimos 5 años, en Perú y Bolivia se está evaluando los impactos positivos de la diversificación de las fuentes de ingresos con el desarrollo de negocios verdes, obteniendo como resultando que los productores son ahora más resilientes ante el cambio de precio del café o cacao, o situaciones de emergencia como la que vivimos actualmente, ya que también desarrollan actividades económicas alternativas, asegurando la seguridad alimentaria de su familia y disminuyendo así la presión que ejercen sobre los bosques adyacentes.
Es necesario innovar y escalar experiencias integrales como las mencionadas que busquen el desarrollo económico de los pequeños productores de una manera sostenible, ayudándolos a adaptarse al cambio climático o a la crisis sanitaria, y a las consecuencias que estas traen, a la par de conservar los usos y costumbres, hábitats y biodiversidad local.
¿Pueden las innovaciones tecnológicas basadas en energías limpias aportar a la seguridad alimentaria y resiliencia de las comunidades?
Por otro lado, hablar de tecnologías, también nos lleva a pensar en las energías renovables y tecnologías asociadas como aliados ante este tipo de emergencias sanitarias, y como complementos a las tecnologías productivas. ¿Cómo las energías limpias pueden ser útiles para fortalecer la cadena de suministro de alimentos o apoyar en la cadena de frío para comunidades aisladas?, ¿Cómo a través de los usos productivos de la energía podemos apoyar a diversificar los ingresos de las familias para que puedan acceder a alimentos?
Por varios años Practical Action en Bolivia viene promoviendo un modelo de comunidades y agricultura resilientes mediante la promoción de la aplicación tecnológica para la recuperación y diversificación productiva, acceso a servicios esenciales, y oportunidades económicas en comunidades indígenas.
Opciones tecnológicas como el uso de refrigeración solar implementada en la comunidad de Real Beni y cocinas solares en comunidades tacanas de la Amazonía boliviana, o secadores solares para carne de llama en el altiplano permitirán que las comunidades, especialmente aquellas en situación de aislamiento, sean capaces de conservar sus alimentos por periodos largos de tiempo y garantizar la disponibilidad, acceso, uso y consumo.
Por otro lado, los sistemas de bombeo de agua accionados por paneles solares, como en el caso de la comunidad de Huatapampa en Bolivia que permiten a las comunidades garantizar la producción local de alimentos y generar ingresos. Experiencias de bombeo de agua y riego de controlado con paneles solares, como en el caso de su utilización para biohuertos en escuelas rurales de zonas altas de Perú, permitirá producir hortalizas, frutas y verduras para garantizar una fuente de alimentación saludable para las comunidades, especialmente niños y niñas.
¿Cuál es el rol de las nuevas tecnologías en este escenario?
Pero estas no son las únicas opciones tecnológicas. En el escenario actual hemos visto como las nuevas tecnologías basadas en Internet están acelerando su aplicación en casi todos los escenarios, educación, salud, gobierno, etc., donde el sector productivo no podría quedarse atrás. Existe una importante oportunidad de las TIC, la agricultura climáticamente inteligente, y la agricultura 4.0 para garantizar la seguridad alimentaria.
Drones equipados con sensores, estaciones meteorológicas, mapas de suelo, aplicativos y plataformas en línea para acercar la oferta y la demanda, hacer transacciones bancarias o disponer de información en tiempo real, es decir, una infinidad de aplicaciones tecnológicas y digitales que podrían mejorar la productividad y revolucionar la agricultura.
Se hace más importante que nunca trabajar en procesos de alfabetización digital en todo el territorio, y solucionar los problemas de acceso a servicios de telecomunicaciones para hacer esto posible.
Frente a esto, ¿qué desafíos nos impone el COVID-19?
Identificamos, estos principales desafíos:
- Invertir en la innovación, investigación y generación de tecnologías, es necesario analizar la experiencia del INIAF e invertir en este sector. Así como articular la innovación y desarrollo tecnológico a procesos y mercados. La articulación sectorial en la planificación estatal debe ser de prioridad para poder hacer un análisis sistémico con una visión integral. Hay que analizar también el mercado de tecnologías, existe muy poca oferta adecuada y contextualizada a las diferentes realidades, pisos ecológicos, y cultivos, etc. Un punto importante es el desarrollo e innovación tecnológica desde lo local, considerando los diferentes contextos y necesidades de la agricultura familiar y los productores.
- Es urgente una transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, porque además de la crisis sanitaria y climática, existe una profunda preocupación por una posible crisis alimentaria. Ahora más que nunca, es momento de fortalecer los sistemas locales de producción y la agricultura familiar, así como una producción sostenible y responsable con el medio ambiente. De igual forma es importante considerar los planes de fomento para la agricultura ecológica y sostenible con presupuestos seguros que permitan el desarrollo económico local pero que además garanticen el suministro de alimentos. Una producción basada en principios agroecológicos puede ayudar a pequeños productores a diversificar sus fuentes de ingreso, pero sobre todo a poder subsistir con una canasta diversificada frente a este tipo de pandemias y por tanto garantizar su seguridad alimentaria. Pensar en alternativas de diversificación de ingresos orientados a negocios verdes amigables con el medio ambiente, es más importante que nunca para poder cuidar los ecosistemas, así como conservar y proteger los medios de vida.
- Ahora que hemos virado a un mundo más digital y virtual, se ha visibilizado aún más las brechas respecto al acceso a servicios de telecomunicaciones. Mientras el acceso no se resuelva, las oportunidades en el campo y zonas rurales serán cada vez menores. Definitivamente no vamos a regresar a la normalidad como la conocemos, por tanto la inversión en educación, en especial con las nuevas generaciones, no debe escatimarse. Sobre todo ahora donde lo virtual y digital es parte del nuevo escenario para la resiliencia.
- Se deben reforzar/generar mecanismos financieros adecuados y accesibles al sector productivo, no solo para mejorar la productividad si no para acceder a tecnologías apropiadas. Podemos ir pensando en un plan de recuperación y reactivación a través de un fondo de incentivos, tras una evaluación de pérdidas que puedan ser canalizados mediante los programas nacionales.
- Hoy más que nunca vemos la desigualdad y brechas relacionadas a género. La importancia del trabajo no visibilizado de las mujeres en labores de cuidado, las hacen más vulnerables a la emergencia. Por otro lado, la brecha relacionada a género y tecnología se hace visible por lo que es más importante desarrollar un mecanismo de transferencia de tecnología involucrando a mujeres, reflexionar sobre la inclusión en el sector tecnológico a todos los niveles, y donde nuevamente el extensionismo recobre el protagonismo.
Si bien la situación de emergencia puede complicarnos, es un escenario que sin duda puede favorecer y acelerar la innovación tecnológica y poner los ojos en la agricultura familiar, lo que nos debe orientar a trabajar en un modelo de desarrollo alternativo basado en una economía «como si la gente importara» y que funcione mejor para todos y todas.
Referencias:
Rueda. M Valdivia. J Tirabanti. S Pazos. Diversificar para reactivar. Practical Action. 2020
FAO. Seguridad Alimentaria bajo la Pandemia de COVID-19. Informe preparado por FAO a solicitud de la Coordinación Nacional de la Presidencia Pro Témpore de México ante la CELAC. 2020.
[1] Zanjas abiertas que siguen las curvas de nivel de las punas y permiten conducir el agua de lluvia hasta un reservorio y que luego se infiltre en la montaña para surgir aguas abajo como puquios meses después, exactamente cuando no hay lluvias y el estiaje es más marcado en la cuenca, pudiendo de esa manera realizar agricultura y poder mantener al pueblo con las provisiones adecuadas de alimentos.
[2] Reservorios que permiten almacenar agua en regiones que presentan déficit hídrico, destinados al riego de cultivos (principalmente de autoabastecimiento familiar, aunque hay excepciones) y ganadería (llamas, ovejas y vacas).