Aprendiendo de la vida de Amalia

Amalia Postino de Chirinos es una de las 5.234 mujeres de este municipio. Vive con sus cuatro hijas –Lourdes, de 17; Viviana, de 15; Marlene, de 8; y Jenny, de 4 – en la comunidad Centro de Machacamarca, ubicada a dos horas de La Paz. Mientras las dos hijas mayores deben recorrer largas distancias hasta su escuela, Marlene asiste a una unidad educativa en el mismo centro poblado y la pequeña Jenny se queda en casa apoyando con el quehacer diario a su mamá. Su esposo Raimundo Chirinos Mamani solía trasladarse a los departamentos de La Paz y Oruro en busca de oportunidades de trabajo y apoyo a su familia. «Hace dos años ya no viaja, porque ya tenemos trabajo en nuestra casa y tenemos que trabajar para que nos rinda bien», señaló Amalia, una de las primeras beneficiarias del proyecto Laderas de Colquencha.

Esta familia se animó a ser parte del proyecto desde el inicio; para ellos el trabajo no ha sido poco, pero la gratificación ha sido muy grande. Con mucho cariño, Amalia recuerda que antes de trabajar con el proyecto sólo se dedicaba a sus ovejitas, a sus vaquitas criollas y a su chacra, donde sembraba únicamente papa y cebada. «Nos han hecho despertar con el proyecto», dice, mientras camina presurosa a mostrarnos su trabajo. Muy afanada y con muchas ganas de expresar sus logros, comenzó a contarnos su proceso durante el proyecto: «Yo he empezado primero con el pozo y bebedero, luego con establo y con vacas lecheras».

Además de participar en el proceso como promotora local, trabaja dentro de varios componentes del proyecto: suelos, recursos hídricos y ganado mejorado. Apoyándose en ellos y haciendo uso de tecnologías intermedias y apropiadas, esta voluntariosa y fuerte mujer ha mejorado las condiciones de vida de su familia.

Amalia comenta que el trabajo es duro y comprometido porque no es un regalo sino que ellos han puesto su contraparte: «Para los pozos, nuestro trabajo ha sido cavar, traer piedra y arena; también hemos puesto algo de dinero para las bombas manuales. Hemos tardado arto, casi dos meses, porque cavar es difícil, mientras que hacer los moldes y ponerlos depende de si trabajamos todo el día, si es así, se avanza rápido».

Para Amalia y su familia la contraparte representa algo positivo, ya que al costarles, sienten y cuidan todo el trabajo que están realizando. Ante la interrogante sobre la valía del trabajo invertido, ella rápidamente nos contestó: «Es bueno para nosotros, porque nos ha ayudado para tener nuestra agua limpia, tener nuestras cositas».

Es importante mencionar que esta familia ha compartido el trabajo con los vecinos que se animaron a ser parte del proyecto, dentro de un sistema que sociológicamente se conoce como ayni, el cual se basa en el trabajo de reciprocidad familiar entre los miembros de un ayllu o comunidad; por lo general, el mismo está destinado a trabajos agrícolas y a la construcción de casas. Consiste en la ayuda de un grupo de personas para este tipo de trabajo, con el compromiso de que la familia corresponderá de igual forma cuando sea necesario. La familia Chirinos Postino, como beneficiarios del proyecto, también ha recibido ganado mejorado de la raza Holstein y para su cuidado se ha capacitado a toda la familia. Además de animarse a construir bebederos para el ganado, se apresuraron a trabajar en el cultivo de pastos forrajeros y el ensilaje (que a decir de esta exitosa beneficiaria, mantiene «verde» el pasto forrajero conservando sus nutrientes y vitaminas); inicialmente se implementó la construcción de un establo que beneficie no sólo el proceso de aclimatación del animal, sino que lo resguarde del clima frío y seco del municipio.

Con la experiencia ganada en dos años al cuidado de su ganado, Amalia comenta «las vaquitas tienen que dormir en el establo para que nos den leche; ya se han acostumbrado, solitas entran, cuando hay frío llega la lluvia y se escapan directo a su lugarcito dentro del establo».

Para el establo trabajaron artesanalmente cerca de 2.000 adobes, una suerte de ladrillos fabricados en moldes con paja y barro. «Yo por día, con mi esposo y mis hijitas, hacía 300 adobes». Aun así, construir su establo ha sido un trabajo familiar que les ha tomado dos semanas. La alimentación del ganado es también importante, así como la producción de los alfares, sin embargo, están preparados para elaborar comida alternativa y mineralizada para sus bovinos, asegurando la producción de leche. Hoy en día sus vacas producen entre 7 y 10 litros de leche al día, una parte se destina a la alimentación familiar, mientras que la otra se vende al centro de acopio de la Asociación de Productores Lecheros de Machacamarca, del cual Amalia forma parte: «Ahora procesamos acá y hacemos queso y yogurt».

Además, con picota y pala en la mano, trabaja sus huertos de hortalizas bajo el método de biointensivos, que aporta nutrientes a los suelos y permite una mejor conservación de los mismos, dando mejores y más rápidos resultados de producción. «Antes cosechábamos poco, pero ahora con biointensivos, con terreno más profundo, más suave, la tierra da el doble. Tenemos hortalizas y también he sembrado haba, alverja, nabo, zanahoria, lechuga, betarraga, acelga, cebolla, perejil». A partir de esta práctica se generó un excedente en su producción que se comercializó en mercados internos y regionales, lo que ha permitido a la familia tener ingresos económicos durante la época de sequía. «Hemos utilizado el producto para vender y para consumir también; me ha aguantado medio año, desde enero que hemos cosechado ya estamos vendiendo, y ahora ya casi no hay. Ahora ahorramos cerca de 100 bolivarianos por semana ».

Los mercados internos se crearon a través de un flujo de promoción propia del proyecto. Según nos cuenta Amalia, la inauguración oficial del proyecto les abrió las puertas de sus vecinos, así como su interés de poder ser partícipes de este desarrollo: «Bien he vendido. Con la inauguración han conocido cómo hemos hecho estas verduras naturalmente sin nada de químico; rápido este año he vendido, los anteriores años no tenía conocidos, he terminado en un rato». Ahora vende cebolla, acelga, zanahoria, lechuga, nabo, alverja. Amalia nos confió que el dinero que recibieron de las ventas les sirvió de colchón económico debido a que su esposo no tenía trabajo en ese momento:

«Hemos usado el dinero para la escuelita, para darnos de comer; hay que comprar también a veces el arroz, aceite, esas cosas». 

Pero no todo fue gasto, sino también ahorro, pues también comentó que como parte de su emprendimiento actual y con miras al futuro, han ahorrado para su semilla, pues piensan repetir la actividad durante todos los años, tomando en cuenta que el método biointensivo, al no erosionar la tierra, les dará un buen margen de producción: «Ha dado bien la cosecha en biointensivos, suave mantiene y bien entra sus nutrientes, tienen cabecitas grandes, la zanahoria es grande».

Los técnicos del proyecto capacitaron a las personas beneficiadas en el método biointensivo a través de talleres prácticos en las parcelas familiares. Ahora son ellos quienes ponen en práctica lo aprendido y replican con sus pares: «Algunos que no saben, nosotros ya les enseñamos pues; yo soy promotora, tenía ganas de trabajar y he asistido a los talleres y me han confiado la responsabilidad de ser promotora. Ahorita yo he asistido a 40 (personas), así nomás, pero nosotros tenemos que trabajar y demostrar para que los demás se animen». Amalia nos comentó también que muchos de sus vecinos recién están despertando su interés por el proyecto, pues ahora pueden palpar los resultados, por lo que éste sigue creciendo en número de beneficiarios en la comunidad.

El mes de julio es una época seca en el municipio de Colquencha, la helada ha destruido lo restante de la producción, ahora siguiendo la tradición de las estaciones, la comunidad se dedica a hacer chuño, sin embargo, la familia Chirinos Postino ha almacenado cebollas para su consumo y también para la venta: «Nuestra cebolla nos hemos guardado y eso estamos consumiendo, ya casi no tenemos pero seguimos vendiendo, nuestros vecinos nos piden mucho». Recorriendo su parcela fuimos testigos de la presencia de un tanque de biol: «Este año hemos utilizado para fumigar, levanta rápido los cultivos chiquititos ayuda a que sean grandes, es un abono que se puede poner a todo porque es abono orgánico».

Amalia, en su rol de promotora, nos explicó que el biol requiere iguales proporciones de agua y abono (bosta animal), pero además tiene leche, chancaca, itapallo (hierba del lugar que actúa como plaguicida). Esta mezcla, según nos dijo, es introducida dentro de una especie de carpa plástica (el tanque) en la que se adecúa una botella pet como respiradero para los gases que se producen de la mezcla expuesta al sol, y como boquilla para dosificar el producto cuando está listo. Esta experta agricultora comentó que el proyecto los había beneficiado con la técnica de lombricultura (crianza de lombrices californianas) para poder sacar el humus, poderoso abono que también les acompañó en sus prácticas: «Asistió nomás –ilustra Amalia con una de sus manos cerrada en puño–, así poquitito nomás me han dado las lombrices, ahora ya están hartos», señala entusiasmada mirando el criadero de sus lombrices, hecho también de adobes.

Sujetando las manos de sus dos niñas, señaló que antes de formar parte del proyecto no tenía lo que tiene ahora, es decir, no había agua limpia ni verduras, por lo tanto, tenían que comprarlas y esto no le permitía ahorrar. Hoy, en cambio, están muy satisfechos porque ya no compran de la feria, saben que el producto que tienen en casa es limpio y sano e incluso tienen un excedente en la producción de cebolla, lechuga y zanahoria que es demandado por sus vecinos: «El dinero me sirve para comprarles recreos a mis hijitas», dijo orgullosa. «Todo da bien, nos hemos animado a trabajar mucho, vamos a seguir trabajando»  señala esta mujer de 37 años de edad, que no sólo ha vencido su miedo a la cámara fotográfica, sino que se ha hecho dueña de su destino y de las opciones de vida para sus hijas en el municipio.

«Estoy feliz. Tengo más ganas de trabajar, mis hijitas ya saben sembrar, ya no quieren soltar ya, ya no se van a ir a otra parte; yo tengo que estar aquí sembrando mis verduritas, tengo que estar con mi vaca lecherita dicen, porque nos ha dado bien leche, queso». 

Mónica Cuba