El cambio climático llega a la última milla y afecta a mujeres de áreas rurales en Bolivia
Las mujeres están siendo afectadas por el cambio climático, mientras más vulnerabilidades sufren, son mucho más susceptibles a sufrir sus efectos.
Las mujeres están siendo afectadas por el cambio climático, mientras más vulnerabilidades sufren, son mucho más susceptibles a sufrir sus efectos.
Especialmente en países en desarrollo, las brechas de igualdad de género siguen profundizando los niveles de pobreza debido a una baja participación económica, el acceso a educación, el limitado poder de decisión y una calidad de vida que deriva en problemas de salud.
Según Índice de la Brecha Global de Género (2023) , Bolivia se sitúa en el puesto 56 del ranking de 142 países. Una brecha de género sitúa la distancia que existe entre hombres y mujeres respecto a las oportunidades de acceso y control de recursos económicos, sociales, culturales y políticos, entre otros.
Los impactos del cambio climático están multiplicando el trabajo de la mujer y restando sus oportunidades
Al 2022, la CEPAL presentaba información para Bolivia donde la tasa de pobreza de las mujeres era 1,4 puntos porcentuales mayor que los hombres, mientras que la tasa de pobreza extrema de estas era 0,6 puntos porcentuales mayor que la de los hombres.
Pese a las políticas y programas nacionales para la construcción colectiva de una sociedad sin desigualdades ni pobreza, todavía se necesita priorizar a mujeres del área rural sobre todo indígena con miras al acceso universal a los servicios de salud y de educación y a una participación real en la toma de decisiones, a esto se suma la inclusión estratégica de las mujeres y otras poblaciones marginalizadas en la adaptación y mitigación al cambio climático, una tarea que se está asumiendo como Estado.
En cuanto a la economía, estas mujeres rurales dependen de sus medios de vida naturales, sin embargo “ (…) tienen menos acceso a la tierra, agua, bosques y biodiversidad en general. (…) El 65% de las unidades productivas a cargo de mujeres es menor a 5 hectáreas. A nivel familiar, las mujeres indígenas sólo manejan el 5% de parcelas productivas mientras que los hombres, el 95%, según datos del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado” (Coordinadora de la Mujer, 2022).
“Cuando mi madre y mi abuela vivián aquí vivían en paz. En esos tiempos no había sequía, ni nada de esas cosas. Todo estaba bien. Sembraba y cosechaba papa y le iba bien en la producción, para nosotros esto ha cambiado desde el año pasado” (Benita Isidro Coche, Santiago de Callapa).
Como Practical Action en Bolivia, hemos realizado de un diagnóstico de género que nos ha permitido conocer la percepción local de los impactos diferenciados, necesidades estratégicas de mujeres y hombres en un contexto de cambio climático, este estudio se realizó en tres municipios del eje central de Bolivia, que se conforma por los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz.
Hombres y mujeres de estos municipios son consientes de los efectos del cambio climático en sus vidas, expresados no solo por el azote de una común sequía sino por otras amenazas extremas como las inundaciones, las heladas, los incendios; cambios bruscos en la temperatura, en el desequilibrio en su calendario productivo y la incertidumbre que todo esto conlleva, con efectos en lo económico lo social y lo ambiental.
Sembrar y cultivar: un acto de fe
“Estos años hemos sembrado en seco, porque no nos queda de otra, hemos producido poco y chiquito nos ha agarrado la sequía y la helada, hemos perdido mucha inversión. Ya no sabemos cuándo sembrar” (Rosa Condori).
La economía de sustento de la mayoría de estas mujeres y de otras tantas con las que trabajamos en otros departamentos de Bolivia, dependen de la producción de sus parcelas; ésta asegura la disponibilidad de alimentos y un ingreso o intercambio de productos a partir del excedente. Con los efectos del cambio climático, las mujeres sienten que su trabajo se ha duplicado con menos réditos. La sequía afecta directamente a la producción agrícola, los productos o son más pequeños o se pierden.
“Estamos sintiendo más fuerte el cambio climático hace cuatro a cinco años, cada vez todo es más extremo: mucho calor, muy poca lluvia, o en su época de lluvia viene granizada. Nuestros productos son cada vez más pequeños y este año se han perdido varios. Por ejemplo, normalmente comenzamos a cosechar la fruta en el mes de febrero, pero ahora hemos comenzado en diciembre, el calor y la sequía afectó mucho a la fruta y empezó a amarillarse cuanto estaba todavía chiquita, en el chaco” (Alejandrina Torrico, productora frutícola del valle boliviano).
Mujeres en el altiplano boliviano afirman que incluso su ganado camélido y ovino, que representan un capital financiero para las familias de esta comunidad, están disminuyendo en peso y talla por la falta de agua y forraje para su alimentación; esto implica jornadas más largas de pastoreo, la decisión de vender sus animales ante la falta de agua y alimento o para acceder a recursos económicos y cubrir necesidades que no están cubriendo con su producción.
En poblaciones del valle y del trópico boliviano está sucediendo lo mismo, el trabajo productivo requiere cada vez mayor inversión de recursos físicos y económicos en contraposición a un limitado mercado con precio justo.
“El año pasado fue de inundación. Sembré 4 hectáreas de arroz, la inundación anegó al cultivo, a los dos o tres días solo quedó la lama y yo perdí mi inversión de agua, semilla, preparar la tierra, no pude recuperar ni el grano para mi familia, ni el capital, mucho menos tuve la ganancia que yo esperaba, esto afecta a mi hogar y también nos afecta moralmente porque no es poco trabajo. Poco después nos llegó la sequía con los incendios y aunque ahora parecería que está lloviendo no llueve en las parcelas, ya sabemos que este año tampoco tendremos buenas cosechas” (Noemi Soliz).
La carga laboral de las mujeres se multiplica en el trabajo productivo, en el comunal, y en el de cuidado. Ya para el 2018 la CEPAL informaba que el porcentaje de tiempo dedicado a quehaceres domésticos y cuidados no remunerados en mujeres superaba el 23%.
Pese a este panorama las mujeres de estas tres poblaciones afirman que existe una necesidad de diversificar sus actividades productivas para asegurar la disponibilidad de alimentos y cubrir algunas necesidades de la familia. Muchas de estas mujeres se dedican a los servicios informales de alimentación, costura, comercio; otras mujeres optan por migrar y ofrecer su trabajo en parcelas vecinas a cambio de dinero o de productos como la papa. Esto se da por periodos cortos y hacia comunidades cercanas para poder atender a las familias que dejan bajo el cuidado de personas adultas mayores o de los hijos e hijas mayores. Esta dinámica reproduce una sobre carga del trabajo de cuidado en otros grupos también vulnerables y aportando a las brechas de salud y de educación. La migración de las personas jóvenes es una práctica cada vez más cotidiana.
“Antes llegaba todo a su término, ahora todo ha cambiado; la sequía afecta a los cultivos y la baja producción a las personas que van migrando Antes los jóvenes se quedaban porque económicamente podían sustentarse, tenían ganado, su agricultura, podían comprar lo que necesitaban o hacían trueque. Ahora poco a poco están dejando las comunidades” (Verónica Villca, 26 años).
En búsqueda de soluciones que apuesten por la mitigación y la adaptación
“Las mujeres son actores esenciales en los esfuerzos de mitigación y adaptación al cambio climático. Desafortunadamente, a menudo se ven afectadas de manera desproporcionada por los efectos del cambio climático debido a su vulnerabilidad social y económica. Sin embargo, las mujeres también tienen conocimientos y perspectivas únicas que pueden ayudar a dar forma a políticas e intervenciones eficaces sobre el cambio climático” (Techno Serve, 2023).
Por lo tanto, considerar la participación de las mujeres y otros grupos marginados cuando se habla de mitigación y adaptación debe convertirse en una prioridad, pues estos grupos de la última milla son tanto los más vulnerables a los efectos del cambio climático como las primeras en responder y buscar formas de adaptarse, tratar de mitigar los riesgos y generar resiliencia frente a los impactos del cambio climático; su voz y participación es clave para la toma de decisiones.
Si se habla sobre posibles soluciones, las propuestas de las mujeres están relacionadas con sus necesidades prácticas: el acceso a agua, la seguridad alimentaria, el acceso equitativo a tecnología y maquinaria, con capacidades fortalecidas, además del acceso a tierras y a créditos inclusivos y contextualizados a sus prácticas productivas.
Hacia el impulso de Estrategias de Desarrollo de Bajas Emisiones a Largo Plazo
En un esfuerzo significativo para abordar la crisis climática, el Estado Plurinacional de Bolivia, a través de la Autoridad Plurinacional de la Madre Tierra (APMT), implementa la Política y Plan Plurinacional de Cambio Climático. Esta política tiene como objetivo principal «promover la gestión integral de la crisis climática en todos los niveles del Estado Plurinacional de Bolivia». Busca impulsar acciones de adaptación, mitigación y resiliencia climática con medidas de respuesta inmediata a los impactos, daños y pérdidas, en el marco del desarrollo integral para Vivir Bien en armonía con la Madre Tierra”.
Actualmente, la APMT enfoca esfuerzos en la elaboración del Plan Nacional de Mitigación, estableciendo objetivos y metas en mitigación al cambio climático con sectores priorizados. Además, está desarrollando la Estrategia de Desarrollo de Bajas Emisiones a Largo Plazo (LT-LEDS) en concordancia con el Vivir Bien y en armonía con la Madre Tierra.
Para la identificación de líneas de desarrollo en la LT-LEDS, se consiguió un financiamiento de Promesa Climática para implementar el proyecto Acciones priorizadas incluyen la implementación de acciones piloto de energías alternativas para la reducción de emisiones de GEI con enfoque de género y una estrategia de territorialización de acciones climáticas que es liderado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en consorcio con Practical Action.
El equipo trabaja desde la identificación de impactos diferenciados del cambio climático en mujeres y hombres, sus necesidades, intereses estratégicos y roles asignados. Además, aborda barreras y desafíos que enfrentan las mujeres en el acceso a recursos financieros para la mitigación al cambio climático, especialmente desde el sector energía.
Un componente crucial del proyecto es la implementación de tecnologías innovadoras e inclusivas basadas en el uso de energías alternativas. Se están replicando experiencias exitosas del proyecto Acceso a energía para usos productivos y sistemas de mercado para MyPEs y OECAs en Bolivia financiado por EnDev a través de la implementación de tecnologías y procesos de gobernanza tecnológica que incluyen el fortalecimiento de capacidades, la facilitación de procesos de liderazgo y empoderamiento de mujeres y jóvenes, el mantenimiento y operación, así como el acceso a proveedores. Finalmente, se busca la sostenibilidad mediante planes de negocio construidos con asociaciones o gobiernos municipales.
Este es un paso significativo hacia un futuro más sostenible, donde la energía alternativa y las tecnologías desempeñan un papel vital en la construcción de resiliencia, la mitigación y adaptación de los impactos del cambio climático en Bolivia, donde se prioriza a las mujeres como actoras claves de este proceso.
Por: Mónica Cuba Iriarte